miércoles, 22 de abril de 2009

Bienvenue




En muchos casos, la experiencia sólo sirve para llegar a una satisfecha y cínica autocomplacencia y/o autocondescendencia. En otros muchos, nos lleva a la degeneración sin freno. Aunque quizá la sabiduría consista en caminar hacia la autodestrucción. La experiencia es una pistola calibre 45. La podemos utilizar para volarnos los sesos.

Incluso apoyarnos en la experiencia de terceros es complicado. La experiencia ajena es como un mandoble demasiado pesado que manejamos a duras penas. Hay gente que con ella consigue cortar las cabezas de los monstruos que les atormentan. Otros se lesionan porque todavía no saben manejar armas, y otra gente se termina cortando su propia cabeza sin darse cuenta.

Para arrojar luz con el faro de la experiencia en la buena dirección (hacia delante, hacia atrás, o hacia los lados, sea la que sea), hay que ser un acróbata vital.

Lo peor es que cuando al final llegamos a alguna conclusión interesante, es demasiado tarde.

O estamos muertos desde hace tiempo.

O todo lo contrario.